…y seguimos aquí, como prisioneros de dos factores incoherentes que nos atan, que nos unen, que más allá de nosotros es lo que nos sostiene o simplemente aviva el fuego desesperado de un encuentro soñado. Casi tan abrasador como la brisa desgarradora que nos envuelve al final del día… al final del camino, en ese lugar donde no existen sombras, miedos, inseguridades, dolor, desilusión… ese lugar que tanto anhelo, que tanto sueño y que cada vez siento más cerca: Tus brazos. Tus brazos de huracán por los que cada noche me dejo arrastrar, vencida, derrotada por el anhelo incesante de encontrarte o más bien de hacerte entrar en mi casa para que vengas a darle luz, a esperar el alba… a darle sentido a un verso o simplemente a llenar de tu esencia las líneas que la vida ha escrito en mi alma. Distancia? Tiempo? No, esos solo son conceptos fugaces que se desbordan al sonido de tu voz, al suave arrullo de tu risa que me sabe a canela y a vodka… a la dulce sensación que tu cariño ha impregnado en mi piel paso a paso… noche a noche… frase a frase.
…eres y estás, a pesar que no te conozco y aun no te he vivido. Soy y estoy, a pesar que no sigo el verdadero camino a mi centro… el verdadero camino hacia ti. Desde que llegaste las palabras dejaron de ser mías, las hice tuyas porque soy el resultado de tu entrega, de tu espera y te aseguro que quiero asirme de tu mano para convencerme que los únicos fantasmas contra los que lucho son los engaños de mi mente, engaños intrépidos que han sembrado semillas de incertidumbre en mi, cortinas que desaparecen al escucharte, al sentirte. Porque eres tú quien ahora vive en mi, en cada suspiro, en cada sonrisa al recordar esas locuras que nos encierran al cobijo de la noche, al canto de un profundo silencio que se detiene en el cielo solo para vernos, para ser nuestro cómplice eterno… nuestro confidente fiel, ese mismo que al verlo nos da la pauta para encontrarnos en algún punto. Allá donde las nubes forman un jardín, donde las estrellas saben reír.
…y sigo aquí, sin enjaularme, sintiéndote en cada despertar, convirtiendo estas ganas de materializarte en polvo, porque prefiero soñarte despierta, pensarte como una idea para seguir pintando mis atardeceres con tu aroma, para seguir depositando en mi café los anhelos que se desprenden de esta razón tan ajena… tan lejana… porque tu formas parte mi locura, de mi vivir. Sos materia inexplicablemente indispensable, casi como el aire, casi como el agua… casi tan perfecto que me encantaría sacarte de mis sueños y hacerte más bien, mi única realidad. Pero la verdad es relativa y no quiero encasillarte a la rutina de mi terquedad ni mucho menos tatuarte a la tristeza de mis ojos o a la melancolía de mi ayer… Quiero que seas mi canción, esa que a veces olvido sólo para recordar una a una las palabras que la conforman, que seas mi poema favorito para dejar de tener un escritor absurdo y releerte para reinventarte tal cual eres… perfecto… sincero… tierno… apacible… o simplemente reinventarte como eres… para recordarme a mi misma que no es que seas perfecto, de hecho ya tienes defectos, pero la virtud no está en reconocerlos, el hecho es que yo no fuera completa sin ellos.
miércoles, 28 de abril de 2010
Retomando páginas polvosas...
Ha llegado el tiempo de resurgir, como el Fénix, de las cenizas... ha llegado el tiempo de volver a lo sustancial, de bajar a la esencia de los versos más como ideas etéreas que como congruentes verdades. Decidí detenerme un momento, mirar hacia atrás y revisar una a una las líneas escritas en mi memoria... desempolvando los sentimientos que ahi yacían. Pero ahora, el tiempo absoluto se hizo relativo y vuelvo a la noche, vuelvo al primer amor, a la justa verdad necia y terca: Vuelvo a escribir para volver a vivir y así llegar a tu amor... A tu fondo, a tus brazos!
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