Siempre he sido del tipo de persona que se interesa por el conocimiento en general. De hecho, trato de aprender de todo lo que me rodea, e incluso, de todo lo que me acontece porque pienso que no hay mejor manera de aprender que experimentando por nosotros mismos.
Por esta razón, considero que darnos la oportunidad de sumergirnos en nuevos mundos, nuevas experiencias, nuevos espacios y lugares es de la única manera que acertaremos a encontrar nuestro propio yo. Ahí podremos entender nuestro centro y fin porque estaremos más en contacto con lo que verdaderamente nos apasiona, nos hace vivir y reflexionar en tanto que somos seres propensos a perdernos en la ficción en la que muchas veces vivimos. Y es que cuando se trata de vivir, es bueno sentarse de vez en cuanto a hacer un análisis de lo que contribuye a nuestra formación integral y más allá de esto, a cerca de lo que producimos y ofrecemos como respuesta en nuestro entorno.
Desde mi muy humilde perspectiva, y a pesar de mi poca experiencia en el mundo de las artes, puedo asegurar que, como muchos, he encontrado mi propio yo en mis escritos. La poesía ha formado parte sustancial y fundamental en mi vida, ya que mediante ella he vivido de manera tempestiva las mil y una emociones a las que los seres humanos estamos, por naturaleza, vinculados.
Además de las letras, una forma de expresarme es a través de una buena fotografía artística, muchas veces con contenido social, o simplemente una imagen que trasciende el momento captado para convertirse en una fuente de motivos para reflexionar y comprender lo efímera que la vida puede ser y cuán volátiles somos ante los momentos que compartimos con nuestros seres queridos.
De la misma manera, la pintura, paso a paso, va abriendo mis sentidos al surrealismo y aunque de pintora no tengo nada más que las ganas de descubrir este universo, he perdido los ojos contemplando una hermoso cuadro, tratando de buscar entre los lienzos de Dalí la ternura de un pincel que se blandea entre los dedos de un artista que sueña con trascender.
Y en mi afán de concebir un criterio más elevado con respecto de la realidad de mi país y del sombrío sentir humano, he desnudado mis pensamientos ante las figuras de Kein, un artista salvadoreño que expresa sus pensamientos en cada línea que conforman sus “Esculturas Negras”; mediante las cuales pone de manifiesto la lucha constante entre su luz y su oscuridad, sus ángeles y sus demonios, y como él mismo lo describe, donde puede ser un dios y darle rienda suelta a su pasión, a su sentir, obteniendo un resultado simplemente hermoso.
Finalmente, después de exponer las artes visuales, llegamos a la música, nada más reconfortante que una buena canción para acompañar el camino por la vida. “La música es el espacio entre las notas” me dijo alguien una vez, y escuchando una buena pieza, puede existir la comunicación entre las almas, ese momento de comunión donde se puede llorar, gritar, reír o simplemente recordar.
Todas las formas del arte expresadas anteriormente, le añaden un toque único a nuestras vidas, el gusto exquisito por conocer nuevas dimensiones en nuestro proceso de aprendizaje, mismas que nos ayudan a experimentar emociones que muchas veces hasta nosotros mismos desconocemos, obteniendo como resultado sensibilizarnos más ante las diferentes perspectivas de la realidad.
De esta manera, como decía Goethe, “El tiempo es corto, el arte es largo”; sumergirse en el mundo de las artes podría resultar tan fascinante como descubrir el misterio del mismísimo cielo. Por esta razón, propongo darnos un tiempo para conocer este mundo y empaparnos de su perfección, para encontrar razones que trascienden el mismísimo conocimiento porque sólo entonces seremos capaces de distinguir lo estrictamente bello, lo indudablemente mágico: el verdadero sentido de nuestra humanidad.