Mis ojeras ya no aguantan los ronquidos de mi papá
el grito de la vendedora de tamales
los ladridos de los perros del pasaje
y lo fuerte que habla el vecino nuevo, quien seguramente está sordo
Mis ojeras ya no aguantan el paso de los días
ni de las noches
descansar parece una utopía
en medio del caos que se forma en los pliegues de mi cubrecama
¿Qué se hace cuando a las dos de la mañana con veintiún minutos no se puede dormir?
Las ovejas que solía contar
emigraron en busca de una vida mejor
porque me quedé desempleada
desde que ya no amo lo que hago
¿Qué hago si los abrazos de mi abuela no están para curarme los dolores del alma?
Mis ojeras ya no aguantan la necesidad
de mantenerme despierta
hasta el café sabe a mentiras
y para colmo un bonito error, me lastimó
Mis ojeras ya no aguantan tanto ruido,
pero en aproximadamente cuatro horas
debo estar lista para trabajar...
Y saldré de mi cama, sin ganas de seguir viva
pero tomaré una ducha para no verme tan hecha mierda,
me tomaré un café para apenas tener energía
y poder fingir una sonrisa para cumplir con mis respectivas obligaciones
las que, por cierto, no están obligadas
a matarme el hambre a tiempo,
pero al menos hay trabajo,
gracias a Dios hay trabajo...
A mis ojeras le da igual ya no tener amigos
ni saldo en el teléfono
ni paquete de Internet
ni cuenta de tiktok
ni fotos para postear en Instagram
ni poemas ridículos para publicar en Facebook
Mis ojeras son un puente
y yo, el espacio vacío por el que nadie pasa,
los treinta y cuatro silencios a los que se sujetan mis canas
y esta cuenta regresiva que nunca se acaba...