Voy a conjugar la noche en tres tiempos. Me paro frente a la ventana de mi oficina, a las seis y veinte de la tarde de un jueves 29 de enero de un año cualquiera. Con las manos vacías y el alma rota de amor. Con la esperanza inerte de que el día no morirá y se llevará consigo otras 24 horas que se fueron sin despedirse.
Nadie dijo que los puntos que se mueven en el horizonte nos acercan más a los sueños. Llevo tanto tiempo despierta que no se si tengo frío. Realmente el frío es más intenso cuando llega la noche y en tu cabeza suena una y otra vez la canción para quien se siente solo.
Trazo líneas imaginarias, desde aquella ventana. Durante el día, las nubes inquietas dibujan formas incomprensibles, pero en la noche el mismo cristal refleja la misma mirada perdida que desde adentro sigue buscando por qués... y sigue sonando aquella canción que dice "...pero hay que correr el riesgo, de levantarse y seguir cayendo..."
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