Recuerdo perfectamente el día de mi graduación de la U. Cuando escuché la carrera, como leía el título y todas esas vainas, lo primero que vino a mi mente fue: Me habré equivocado de carrera? Cuando hice el juramento junto a mis compañeros, volví a preguntarme "Me habré equivocado?" "Podré con esto?" Empezaron a rondar mil ideas en mi cabeza, la enseñanza es mal pagada, demasiado trabajo, no hay muchas cosas buenas que decir, aún así, habían pasado cinco años preparándome para ese momento... y tener dudas al final? Simplemente ridículo!
Pasó el tiempo, por cosas de la vida dejé el camino de la enseñanza y me dediqué a otros rubros.
Luego de un par de años lejos de los salones de clase, regreso. Y me he dado cuenta que jamás estuve equivocada. Que aún con el mal salario promedio en este país, me apasiona enseñar. Quizás tuve que madurar un poco antes de darme cuenta del maravilloso don que es tocar la vida de otros.
Cada sábado despierto a las 4:30am. No me importa dormir poco, comer de prisa, alistarme en el menor tiempo posible, porque se que mis niños estarán ahí, esperándome para que nos divirtamos juntos. Yo feliz de ver su progreso, de escucharlos preguntar por qué en inglés se escribe de un modo y se pronuncia de otro. Feliz de trabajar 9 horas seguidas, estar parada el 99% del tiempo, corrigiendo pronunciación, escritura. Feliz de notar que definitivamente la vida me ha regalado una hermosa oportunidad de dejarme a un lado y hacer a mis alumnos la prioridad para que cumplan sus sueños.
Gracias a esa persona que a pesar de todo lo que hemos pasado sigue viendo potencial en mi para sacar este proyecto adelante, gracias a la persona que sólo duerme tres horas cada viernes para ayudarme a preparar lo mejor de mi para esas 28 personitas que muy pronto estarán listos para dar otro paso.
Me enorgullece mucho decir: No me equivoqué!
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