“Tengo una palabra ahogada, un
suspiro estancado en este amanecer, una oración impronunciable y un corazón muriendo
de fe. Tengo un atardecer eclipsado, una luna menguante, un calendario
congelado, una noche que no rie y un verso que no existe…”
Es la misma noche, el mismo
insomnio, el mismo pensamiento recurrente que me roba el sueño. He terminado un
día más en este universo de extraños luego de haber consumido el último
cigarrillo del paquete que guardaba para una ocasión especial.
Este dolor en mi pecho se ha
vuelto más intenso, a veces me falta el
aire y siento mareos, el doctor ha dicho que debo hacerme un electrocardiograma
para descartar cualquier falla del corazón pero ¿Podrá un examen mostrar lo que
siento? ¿Podrá una grafica demostrar mi sentir? ¿Le podrá decir a las personas
que extraño cuanta falta me hacen? ¿O decirle a las que amo que tengo miedo de
encontrarme otra vez frente a la muerte? Entonces, en un momento de reflexión recurro
al viejo método de catarsis, aquel que he abandonado por cobarde.
Cuatro años de mi vida se han ido
a la velocidad de la luz y sigo pensando que esto parece no tener sentido. Esta
sensación de no saber qué hacer ni a donde ir se ha vuelto a apoderar de mi. Creo
que estoy articulando palabras que no dicen nada y pensamientos que solo me
llevan al lugar donde empecé. Quizás esta sea la última vez que pueda sentarme
a escribir sobre un sentir ilógico, pero sé que alguien me leerá y se dará
cuenta que vivir y sobrevivir no es lo mismo. En mi caso, si es que existe una
perspectiva personal, mis cuentas no están claras. De nuevo me siento en
combate frente a la muerte y si esta vez es peor, no sé cuánto tiempo quede
para jugar a ver en las estrellas mi camino. Que si estoy deprimida? No. Pero tengo la sensación de vacío que tantas
veces ya experimente. He cambiado de hábitos, no porque me gusten los cambios,
es porque a veces necesito recordarme a mi misma que hay cosas que no se
esperan y de pronto llegan a robarnos la tranquilidad. No estoy hablando en
sentido figurado, esto no es un verso de aquellos que solía escribir hace unos
cuantos años. Ahora me pregunto en qué momento deje de ser yo, bajo que cielo
mi poeta murió, bajo que cadenas mis sueños se estancaron.
Se que esto es producto de mi
molestia, quizás no merece la pena estar aquí e intentar tener la vida perfecta
que siempre quise. No se trata de agarrar una tarjeta y salir de compras
firmando los vouchers de mi rutina. Y es en ese preciso momento cuando me
pregunto si valió la pena haber apostado todo y haber perdido. No voy a San
Vicente porque no me gusta recordar cuanto pesan los momentos. No me gusta
estar sola porque las voces en mi cabeza me gritan que la regue, lastime a muchas
personas que de verdad quería, me aleje de mucha gente cuando mas me
necesitaban y rompi promesas que en algún momento hice sin pensar en los
cambios que a veces llegan a hacer de nuestro mundo un completo remolino.
Quiero, con estas palabras,
describir el momento colosal de esta absurda apatía. Cierro la puerta de mi
sobriedad y espero lo que venga con la serenidad de quien escribe su propia
historia lejos de los suyos. Voy a tatuarme este momento en la memoria porque
solo ahí vive lo verdaderamente esencial. Seguiré amando a la nada, escribiendo
versos en el pasado porque ya no tengo ni la fuerza ni las ganas de seguir
luchando por una causa perdida.
No voy a ponerle nombre a un
sueño, ni a un verso, ni a los latidos de mi corazón…