Esta es otra de esas situaciones tontas en las que más de algún momento se nos da una epifanía y nos ponemos a pensar si en verdad el sabor de la vida está en las pequeñas cosas.
El día lunes llego a Metro con la intención de comprar un sándwich para mi almuerzo. Por restricciones médicas, no puedo consumir mayonesa, y más allá de eso es porque ella y yo casi nunca nos hemos llevado bien. Pero bien, ese día casualmente decidí hacer caso omiso a los aburridos lineamientos médicos y decidí que mi Sándwich debía llevar mayonesa.
Cuando tuve la oportunidad de estudiar el diplomado en Preparación y Servicio de alimentos, me enseñaron que por el fuerte sabor de los aderezos, deben utilizarse en pequeñas cantidades, y nunca, por absurdo que parezca, estos deben opacar el sabor de el ingrediente principal. Pero hay ciertas ocasiones donde rompemos el molde de lo tradicional y ahí surge la magia.
En fin, mientras veía al tipo preparar mi almuerzo, pensé: "Awebo que la vida es como un sándwich. Te dan el pan y vos tenes que ir haciendo que los ingredientes se mezclen entre sí, para lograr un resultado exquisito"
Desde mi perspectiva personal, la tan ansiada mayonesa sería el aderezo que cambiaría drasticamente el sabor de nuestro sándwich. Si le pones demasiado lo arruinas, y si no le pones pues cada día sabrá a lo mismo.
No sé donde radique el secreto, no se si pudiera decir que la mayonesa es en realidad el amor, el positivismo, la esperanza de que cada día podemos hacer de nosotros mismos una mejor persona. Lo que puedo decir es que aunque muchas veces exista algún tipo de restricción, siempre podemos romper los paradigmas.
En resumen, yo quiero mi sándwich con mayonesa, y vos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario