Últimamente he andado enfrascada en un mar de ideas. He decidido no perder mi tiempo pensando o sintiendo cosas que no llevan a ninguna parte más que a absurdas depresiones y a emociones ilógicas. Pero no quería hacer el cambio de estado emocional sin antes dedicarle un momento a mi querido viejo amigo Werther.
Él y yo somos muy buenos amigos, quizás porque nos parecemos. Jamás habrá un libro que despierte en mi el torrente de emociones que "Los sufrimientos del Joven Werther" provoca. He andado urgando entre sus páginas, sus citas más destacadas dan vueltas en mi cabeza y entonces, al igual que él, me río de mi propio corazón y hago su voluntad.
Ya no me importa si existe algo más grande en cada verso que he escrito, ya no importa el tiempo que pasamos con nuestra rosa, eso no la hizo importante, ya no me importa si se acabó el polvo de hadas. En fin, de algún otro modo se pueden expiar los pecados.
Y entonces regreso al punto de partida. Werther y Carlota... será que vio en ella los mismos ojos otoñales? Será que de verdad era amor? Pero bueno, después de todo, yo también he estado borracha más de una vez y mis acciones han ido más lejos que la cordura.
Si Werther es como yo y yo soy como el, tal vez hemos logrado comprender lo que ya no merece sentido.
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