Es una noche fría, demasiado fría para mi soledad. La canción que tantas veces acompañó mis días, ahora le roba el sueño a mi noche. Recojo los pedazos de mis sueños, intento pegarlos con un esbozo de sonrisa pero es inútil. De qué sirve tanta dulzura si un poema se ahoga? Para qué sirve el consuelo cuando la luz ya se ha apagado? Nadie puede vernos, nadie.
Voluntariamente disperce la tinta de mi pluma en un pedazo de papel que se estrujo. Erase una vez yo tenía un cielo azul y un corazón con ganas de vivir, erase una vez yo quise escribir la mejor historia de mi vida y fracase.
Lamento tanto haberme equivocado, haber caminado hacia el poniente con los zapatos rotos y las manos vacías. El horizonte es más triste a las 6 de la tarde. Mi reloj marca el instante final de una vida que no era mía. Pero cada final, también es un inicio.
Ahora quizás moriremos, en algún punto resucitaremos con la sed insaciable de odio, con la certeza de que lo que nos dolió debe pagar. Cómo ganarle la batalla al frío? Cómo silenciar la voz de mi cabeza? Cómo cerrar los ojos para ver florecer lo que se ha marchitado?
Moriremos para darle paso a un amanecer seco, árido, con ganas de ahorcar lo incierto.
Pero mañana despertaré, volveré a sonreír, seré una mejor persona y la noche habrá tallado su silencio en mis manos. Un poema habrá muerto de amor.
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